Las fiestas patronales en honor al patrono de los gastronómicos, panaderos, amas de casa, hospederos se realizarán desde este viernes 4 hasta el domingo 6 de abril, en la parroquia de la Santa Cruz, en el barrio Eva Perón. –eldiariodecatamarca.com
A San Benito se le llama de Palermo, por la ciudad en que murió, o de San Fratello o San Filadelfo por el lugar en que nació, o también el Moro o el Negro por el color de su piel y su ascendencia africana. De joven abrazó la vida eremítica, pero más tarde pasó a la Orden franciscana. No tenía estudios, pero sus dotes naturales y espirituales de consejo y prudencia atraían a multitud de gente. Aunque hermano lego, fue, no sólo cocinero, sino también guardián de su convento y maestro de novicios.
Este viernes 4 hasta el domingo 6 de abril, se realizarán las fiestas patronales en su honor en el barrio Eva Perón, en la parroquia de La Santa Cruz.
Viernes 4
• 18:30 Triduo.
• 19:00 Santa Misa.
Se ruega por los hospederos, gastronómicos, amas de casa, adoradores de la UNER, Cáritas, Escuela Municipal N° 3 Gustavo Levene, por las vocaciones sacerdotales y religiosas, Orden Franciscana y Seglar.
Sábado 5
• 10:00 Triduo.
Celebración de la Palabra.
Se ruega por los catequistas de la parroquia, niños y familias de la Catequesis.
Domingo 6
• 08:30 Triduo.
• 09:00 Santa Misa.
• 10:00 Procesión por las calles del barrio Eva Perón.
Se ruega por las comunidades San Pantaleón, San Roque González, San Juan Diego, San Expedito, adultos mayores y enfermos devotos, Ex Combatientes de Malvinas, comercios del barrio Eva Perón y amigos de San Benito.
HISTORIA
En 1562 Pío IV retiró la aprobación que Julio II había dado a aquel instituto e invitó a los religiosos a entrar en una Orden que ellos mismos escogieran. Benito escogió la Orden de los Hermanos Menores, y entró en el convento de Santa María de Jesús, en Palermo, fundado por el Beato Mateo de Agrigento.
Luego fue enviado al convento de Santa Ana Giuliana, donde permaneció sólo tres años. Trasladado nuevamente a Palermo, vivió allí veinticuatro años. Al principio ejerció el oficio de cocinero con gran espíritu de sacrificio y de caridad sobrenatural. Se le atribuyeron muchos milagros.
Se le tenía en tal aprecio que en 1578, siendo religioso no sacerdote, fue nombrado superior del convento. Por tres años guió a su comunidad con sabiduría, prudencia y gran caridad. Con ocasión del Capítulo provincial se trasladó a Agrigento, donde, por la fama de su santidad, que se había difundido rápidamente, fue acogido con calurosas manifestaciones del pueblo.
Nombrado maestro de novicios, atendió a este delicado oficio de la formación de los jóvenes con tanta santidad, que se creyó que tenía el don de escrutar los corazones. Finalmente volvió a su primitivo oficio de cocinero.
Un gran número de devotos iba a él a consultarlo, entre los cuales también sacerdotes y teólogos, y finalmente el Virrey de Sicilia. Para todos tenía una palabra sabia, iluminadora, que animaba siempre al bien. Humilde y devoto, redoblaba las penitencias, ayunando y flagelándose hasta derramar sangre. Realizó numerosas curaciones. Cuando salía del convento la gente lo rodeaba para besarle la mano, tocarle el hábito, encomendarse a sus oraciones. Dócil instrumento de la bondad divina, hacía inmenso bien a favor de las almas.
En 1589 enfermó gravemente y por revelación conoció el día y hora de su muerte. Recibió los últimos sacramentos, y el 4 de abril de 1589 expiró dulcemente a la edad de 63 años, pronunciando las palabras de Jesús moribundo: «En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu». Su culto se difundió ampliamente y vino a ser el protector de los pueblos negros.