Las elecciones europeas se llevaron a cabo este domingo y la ultraderecha mostró un gran crecimiento en varios países.

“El presidente no puede permanecer sordo al mensaje”, declaró el joven nacionalista-conservador francés Jordan Bardella en su primera aparición tras conocerse el sorprendente resultado de su partido, Agrupación Nacional (RN), que rondaría el 31%, en las elecciones al Parlamento Europeo. El dirigente de 28 años fue un paso más allá y le pidió “solemnemente” a Emmanuel Macron la convocatoria de elecciones anticipadas tras la “estrepitosa derrota” del oficialismo (que apenas superó el 14%). El líder de Renacimiento aceptó y los franceses acudirán a las urnas el 30 de junio (elecciones generales) y el 7 de julio (ballotage).

Todo parece indicar que este es el final de Macron y el inicio de un nuevo gobierno en París encabezado por la euroescéptica Marine Le Pen. Es más, anticipándose a lo que viene, la hija del histórico dirigente nacionalista Jean-Marie Le Pen afirmó estar preparada “para asumir el poder” si los franceses le “dan su confianza”.

A todo esto hay que sumar el 5% que obtuvo ¡Reconquista!, el partido nacionalista liderado por Éric Zemmour. En la sumatoria, la derecha alternativa francesa -nacionalista, euroescéptica y conservadora- podría acariciar el 40% de los votos.

Pero el caso de Francia no está aislado: la derecha arrasó en buena parte de los 27 países que conforman la Unión Europea (UE) abriendo el interrogante de cómo se acomodarán las fuerzas en el Parlamento Europeo, cuáles serán las nuevas autoridades de Bruselas y, sobre todo, qué políticas se impulsarán desde allí en los próximos cinco años.

Repasemos algunos de los resultados preliminares. La nueva derecha se estaría llevando 41 (36 AN + 5 ¡Reconquista!) de los 81 eurolegisladores que representan a Francia (el segundo país más poblado del viejo continente). El país que cuenta con más representantes es Alemania (96), tercero viene Italia (76) y cuarto España (61). En total son 720 parlamentarios que conforman la Eurocámara y que debatirán en los años venideros las políticas comerciales, energéticas, sociales, sanitarias y hasta militares para toda la Unión Europea.

Veamos entonces qué pasó en otras naciones y por qué, a pesar de que ganó cómodamente el amplio espectro de la derecha, el aparente cambio podría correr el riesgo de quedarse en la nada misma.

Si la derrota de Macron fue “estrepitosa”, ¿cuál sería el calificativo para el desempeño de su par alemán, el socialdemócrata, Olaf Scholz, cuyo partido, el SPD, quedó relegado al tercer lugar con un magro 14%?

El ganador de la jornada fue el bloque conservador de CDU-CSU con un 30% de los votos. El segundo lugar quedó para Alternativa para Alemania (AfD), el partido de nueva derecha que superaba el 15%, según los primeros resultados oficiales. Los socios de gobierno de Scholz quedaron inclusive más atrás: Verdes (12%) y el liberal FDP (5%).

Es el peor resultado para los socialdemócratas alemanes en toda su historia. La suerte parece estar echada para el canciller alemán, teniendo en cuenta que en unos meses se celebrarán elecciones regionales en varios “landers” del este de Alemania, donde se vaticina la victoria de los euroescépticos AfD.

Tanto los resultados de Francia como de Alemania demuestran el hartazgo de buena parte de la población hacia al menos dos grandes pilares que hegemonizaron la política exterior de la Unión Europea hasta ahora.

En primer lugar, la inmigración ilegal descontrolada proveniente de la África islámica que amenaza con derribar los cimientos histórico-culturales de la Europa occidental (el caso reciente más emblemático fue el ataque a puñaladas a un partidario de AfD en plena vía pública por parte de un musulmán radical).

En segundo término aparece el apoyo irrestricto y prácticamente sin condiciones a Ucrania en su guerra con Rusia, sumado a las sanciones a Moscú que provocaron, entre otras cosas, el encarecimiento de la energía en estos países.

Por su parte, las fuerzas de derecha italianas sumaron una enorme cantidad de legisladores a Bruselas. Fratelli D’Italia de la primera ministra, Giorgia Meloni, estaría consiguiendo alrededor del 28% de los votos con su política “dura” contra la migración ilegal a la cabeza de sus demandas. A ello se suma la Liga de Matteo Salvini (también dura con la migración ilegal y cercana en la política exterior a Vladimir Putin) y el centro-derechista Forza Italia del fallecido Silvio Berlusconi; la performance de ambas formaciones rondaría el 8-9% de votos cada una.

El contundente triunfo de Meloni podría resultar crucial para lo que viene: la presidente del Consejo de Ministros de Italia busca aumentar su influencia más allá de Roma y marcar una nueva correlación de fuerzas en el seno de la UE.

De la mano del partido Vlaams Belang, la nueva derecha también arrasó en Bélgica, a tal punto que obligó a dimitir al primer ministro Alexander De Croo.

Por su parte, la derecha alternativa de Geert Wilders resultó ganadora entre los votantes de Países Bajos y lograría de un golpe 7 de los 31 escaños que estaban en disputa. Wilders, que acaba de formar gobierno, se impuso luego de una histórica protesta de agricultores en contra de las “políticas verdes” de la Unión Europea.

En los últimos meses, estas movilizaciones del sector agropecuario se trasladaron al resto de los países bloqueando carreteras, fronteras e incluso sitiando las grandes capitales para que se haga oír su reclamo. Las fuerzas de derecha han apoyado estos “tractorazos” y esto se ha reflejado también en la votación.

En Austria triunfó el nacionalista FPÖ (25%), mientras que el centroderechista ÖVP se ubicó en segundo lugar con el 24%.

Entre los resultados más esperados estuvo el de Viktor Orbán en Hungría. El partido Fidesz, que gobierna hace 15 años, ganó las elecciones cómodamente con el 44% de los votos, revalidando su gobierno de derecha -que fue sancionado por Bruselas al oponerse a las políticas de género y de fronteras abiertas- y consolidándose como uno de los partidos más importantes del bloque conservador de la Unión Europea.

En definitiva, las fuerzas de nueva derecha o derecha alternativa resultaron primeras o segundas en estos comicios en países que suman, al menos, la mitad de los ciudadanos de la UE. En otras palabras, estas elecciones podrían resultar las más trascendentales en la historia del bloque europeo.

Pero hay otros elementos a tener en cuenta. El más importante es que quien ganó estas elecciones fue la centroderecha (y no la nueva derecha). Esta distinción va más allá de la mera dialéctica: en las últimas elecciones, el Partido Popular Europeo (PPE) -que nuclea a estas fuerzas cada vez más centristas- formó una alianza con los socialdemócratas y liberales, con el apoyo de los verdes, y juntos se repartieron los principales cargos de la Unión Europea e impulsaron las políticas progresistas-globalistas del bloque.

El caso más paradigmático es el de España: los primeros sondeos daban una ventaja al Partido Popular -perteneciente al PPE- frente al Partido Socialista Obrero Español; 34% ante 30%. En la política interna estos partidos están enfrentados, sin embargo, en el Parlamento Europeo han votado junto en el 89% de los proyectos que se han presentado, según denunció la formación conservadora VOX, quien en esta elección quedó en tercer lugar con un 9% (duplicando sus escaños, de 3 a 6).

En este marco, aparecen varios desafíos para que la nueva derecha pueda materializar los votos en políticas concretas. En primer lugar, unirse entre ellos. En el último quinquenio, estas fuerzas actuaron dispersas, saltando de un bloque a otro o formando nuevos. Básicamente, hay dos bloques principales dentro del Parlamento Europeo. Uno de ellos es Identidad y Democracia (ID); allí están, entre otros, La Liga (Italia), AN (Francia) y hay que ver qué pasa con AfD (Alemania). El otro es Reformistas y Conservadores (ECR), donde se destacan Fratelli D’Italia (Italia), Ley y Justicia (Polonia) y VOX (España). Por lo pronto, Fidesz (Hungría) aparece en los “no listados”.

¿Podrán unirse estas fuerzas de derecha alternativa en el Parlamento Europeo para encarar el nuevo armado de la Unión Europea? Suponiendo que la respuesta sea “sí”, con eso tampoco alcanza. Según los primeros sondeos, la sumatoria de todas estas fuerzas rondaría los 131 escaños (58 ID + 73 ECR), sin contar lo que podrían sumar los no alineados. Este número, aunque es elevado, está lejos de los 361 (la mitad más uno) necesario para elegir a las nuevas autoridades de la UE.

El bloque mayoritario será el PPE con unas 184 bancas, seguido por los S&D -socialistas/socialdemócratas- (139). Más atrás aparecen los liberales-centristas Renew Europe (80), los verdes (52) y la izquierda (36).

El PPE, es decir la centroderecha, tendrá por delante un dilema central: ¿se alineará a la nueva derecha -con la que se supone que debería tener muchos puntos en común- o repetirá su alianza progresista-globalista con los socialistas, liberales -y eventualmente los verdes-?

Fruto de la nueva mayoría surgirán los nombres que ocuparán los principales puestos de la Unión Europea: las presidencias de la Comisión Europea -el brazo ejecutivo del Europarlamento-, del Consejo Europeo -conformado por los estados miembro-, del propio Parlamento Europeo y de la Alta Representación de Política Exterior de la UE.

Hacia dónde se incline la balanza será determinante en temas como la inmigración ilegal islámica, las políticas de género (o de familia), las políticas verdes y el apoyo (o no) a Ucrania (Orban dijo que estas elecciones son un referéndum sobre la guerra en el este de Europa)

La alemana Ursula von der Leyen -perteneciente al PPE-, aspira a repetir como jefa del Ejecutivo comunitario y adelantó que buscará repetir la mayoría que la llevó a conducir el bloque en los últimos cinco años: “El PPE es el grupo político más fuerte del Parlamento Europeo. El PPE tiene el mayor número de líderes… Junto con otros construiremos un bastión contra los extremos de la izquierda y de la derecha”, dijo la dirigente de 65 años tras conocerse los primeros resultados.

Un dato más: el máximo cargo de la Comisión Europea, por regla general, lo designa el bloque que obtuvo los mejores resultados en las elecciones (en este caso, el PPE). Es decir que si el PPE opta por nominar a von der Leyen, es muy probable que ella siga siendo la presidente de la Comisión. La pregunta del millón es si lo hará en acuerdo con los bloques progresistas-globalistas o la nueva derecha. Por lo pronto, la italiana Giorgia Meloni se ha estado moviendo para cambiar la correlación de fuerzas sumando a todas las derechas (“Queremos hacer en Bruselas lo que hemos hecho en Roma”, había adelantado la líder conservadora). Aún más, se ha reunido recientemente con la propia von der Leyen (hecho que despertó los reproches públicos de Le Pen).

En todo caso, quien gane la pulseada, determinará en buena parte la política hegemónica de la UE en los próximos años, algo fundamental no solo para el viejo continente sino para Occidente y el mundo en general.