Científicos hallaron ámbar, raíces y esporas en la Antártida, revelando la existencia de un bosque lluvioso que prosperó en condiciones extremas hace 90 millones de años.
Por primera vez, se descubrió ámbar en la Antártida, lo que arroja luz sobre un antiguo bosque lluvioso que existió en el continente hace entre 83 y 92 millones de años. Investigadores de Alemania y el Reino Unido identificaron el ámbar, la "sangre" fosilizada de árboles coníferos que alguna vez poblaron la región, junto con restos de raíces, polen y esporas.
Este descubrimiento representa una evidencia clave de un ecosistema prehistórico dominado por coníferas, similar a los bosques actuales de Nueva Zelanda y la Patagonia.
El descubrimiento remonta la Antártida a un tiempo en el que su clima permitía la existencia de árboles productores de resina, a pesar de meses de oscuridad invernal. "Fue muy emocionante darnos cuenta de que, en algún momento de su historia, los siete continentes tuvieron condiciones climáticas que permitieron la supervivencia de árboles productores de resina", declaró Johann Klages, geólogo marino del Instituto Alfred Wegener en Alemania.
La investigación actual busca profundizar en el ecosistema del bosque, evaluando si sufrió incendios o si es posible encontrar restos de vida atrapados en el ámbar.
Aunque ya se habían encontrado madera y hojas fosilizadas en la Antártida desde el siglo XIX, este descubrimiento es único. Antes, los depósitos de ámbar más cercanos al polo sur se habían registrado en la cuenca de Otway, en Australia, y en la formación Tupuangi, en Nueva Zelanda.
El descubrimiento comenzó en 2017, cuando un equipo de investigadores perforó el fondo marino cerca de la Antártida Occidental, extrayendo evidencia excepcionalmente bien conservada de estos hábitats perdidos, incluida una red de raíces fosilizadas, polen y esporas que datan del Cretácico medio.
El ámbar, encontrado en una capa de lutita de tres metros de espesor, consta de pequeños fragmentos translúcidos de 0,5 a 1 milímetro de tamaño. Estas piezas presentan colores que varían entre amarillo y naranja, con fracturas características de flujo de resina, un proceso que ocurre cuando la savia de los árboles se filtra para sellar la corteza tras lesiones por incendios o insectos. "Este descubrimiento permite un viaje al pasado de una manera aún más directa", afirmó Klages.
Los depósitos volcánicos en la Antártida y las islas cercanas también evidencian incendios forestales frecuentes durante el Cretácico, una de las épocas más cálidas de la historia de la Tierra. El ámbar probablemente se conservó debido a los altos niveles de agua, que cubrieron rápidamente la resina de los árboles, protegiéndola de la radiación ultravioleta y la oxidación. Los investigadores consideran que estas diminutas piezas podrían contener fragmentos de corteza de árbol, pero será necesario realizar análisis adicionales para confirmarlo.