El Papa extrañaba la cadencia porteña, el color del conurbano y la sencillez del interior profundo, pero eligió un lacerante auto exilio antes que pareciera que su presencia en la Argentina avalaba a los gobiernos de Cristina Fernández, Mauricio Macri, Alberto Fernández y Javier Milei

Acorralado por la nostalgia, el Papa soñaba con regresar a la Argentina. Extrañaba su vida por las calles de Buenos Aires, la cadencia del lenguaje y la mirada profunda de los pobres que siempre le preguntaban sobre el destino y el futuro.

Pero Francisco asumió que sería un trofeo político de la Casa Rosada, si la providencia lo llevaba hasta la Plaza de Mayo. Y optó por contestar con el corazón cuando le preguntaban, y actuar con lógica jesuita cuando su probable travesía ya se consideraba una certeza en el Círculo Rojo.

Jorge Bergoglio siempre supo que moriría lejos de casa.

Cristina Fernández y Francisco en la residencia Santa Marta, (Vaticano)


Con Cristina Fernández tuvo una relación personal y política en zigzag. Nunca olvidó que Néstor Kirchner ordenó una operación en su contra para bloquear su nominación tras la muerte de Juan Pablo II. Y estuvo al lado de ella cuando fue intervenida en la Fundación Favaloro por un hematoma craneal y años más tarde sufrió un intento de magnicidio en Barrio Norte.

Francisco la recibió en audiencias oficiales y encuentros informales, siempre la escuchó y la contuvo. Pero desde su primer día en el Vaticano decidió que no volvería a la Argentina con CFK en la Casa Rosada. Era su respuesta sutil a la perspectiva de poder que aplica la presidenta peronista.

Tiempo después, en la intimidad de Santa Marta, valoró su propia decisión política. Fue en épocas de la compleja transición entre los gobiernos de Cristina y Mauricio Macri, adonde intentó mediar para evitar un aquelarre institucional. Fracasó en su intento por la intransigencia de CFK.

El papa Francisco y el presidente Mauricio Macri, durante la primea audiencias que mantuvieron en el Vaticano


Francisco nunca se llevó con Mauricio Macri, había diferencias políticas e ideológicas. El presidente no cumplió con su palabra cuando era jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y a partir de allí, sólo hubo una relación protocolar.

La primera vez que se vieron en Roma, cada uno con su cargo institucional, protagonizaron una audiencia de 22 minutos que fue fría y lejana. Francisco cuestionaba su agenda de gobierno y su mirada del poder.

Pese a que en Balcarce 50 se afirmaba que el Papa podía volver a la Argentina, Francisco siempre descartó su regreso a la Argentina en tiempos de Macri como jefe de Estado.

El papa Francisco y el presidente Alberto Fernández durante su primera audiencia en el Vaticano


Si hubo un momento político para considerar verosímil un viaje del Papa a la Argentina fue durante la administración de Alberto Fernández. Se conocían muchísimo, y había confianza personal: hasta que el presidente peronista traicionó su palabra.

Alberto Fernández empujó la ley de Aborto en el Congreso, y Francisco nunca lo exoneró.

Un presidente argentino iba en contra de un Papa argentino, cuando la ofensiva conservadora ardía en el Vaticano. Allí hubo daño a la influencia interna del Santo Padre, que todavía pensaba en ciertas reformas para la Iglesia Católica.

El papa Francisco recibe al presidente argentino Javier Milei en el Vaticano


Javier Milei cuestionó a Francisco durante la campaña electoral. Y la única respuesta del Papa fue preguntar quién era y cómo pensaba de verdad.

La descripción llegó directa, con escasos adjetivos, desde Buenos Aires. Y el Santo Padre esperó que el candidato presidencial que derrotó a Sergio Massa hiciera su movimiento inicial para llegar a Roma.

Francisco fue espontáneo cuando rompió el protocolo en San Pedro, después de la canonización de Mama Antula. Milei aprecio ese gesto inesperado, y al otro día en la audiencia protocolar, se exhibió como es, mientras el Papa lo escuchaba con atención.

Como sucedió con Cristina Fernández de Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández, el Sumo Pontífice sonreía con misterio cuando le preguntaban si pensaba regresar a la Argentina en 2024. Nunca desmintió que podía llegar a fines del año pasado, en una gira corta que incluía su tierra natal y Uruguay.

Pero ya sabía que no volvería.

La política doméstica y su salud sentenciaron su exilio perpetuo.