El peronismo kirchnerista tiene un dilema. No sabe qué hacer con Fernando Espinoza, actual presidente del Congreso del PJ bonaerense e intendente de La Matanza. La incomodidad que genera su conducta.

El intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, acusó al dirigente social y exconcejal de Juntos por el Cambio, Eduardo "Lalo" Creus, de ejecutar una "fabulosa campaña publicitaria para desprestigiarlo" en el transcurso de su descargo que finalmente le sirvió de poco porque finalmente sigue procesado en la causa por abuso sexual que le inició Melody Rakauskas, una exmodelo y difusora de contenidos sexuales que había trabajado en su secretaría privada.

Lamentablemente para Fernando Espinoza, el problema no es Creus ni sus críticas sino el espanto que empieza a generar en el propio espacio del peronismo kirchnerista bonaerense, puesto que su presencia significa una solidaridad incómoda a quienes deben compartir con él una foto o actividad.

"De todos los delitos que uno puede estar expuesto, el abuso sexual es el peor. Podes ser corrupto, inútil, pero abusador no, eso ya te mete en la categoría de irrecuperable", le confesó un par del matancero a MDZ. Menos dramático, otro jefe comunal confesó: "Es como si te llevas una materia y te llevas la peor, la más difícil".

Paulatinamente, el intendente de La Matanza empieza a ser un desterrado político. Existe, tiene su territorio, es el jefe político de su localidad pero pocos o nadie se anima a pasar por ahí para fotografiarse con él. Mucho menos invitarlo a un acto fuera de su comuna y si lo hacen, que quede en la absoluta intimidad.

Es un problema grave para el kirchnerismo peronista todo lo que pasa alrededor de Espinoza, además, porque es ese territorio el principal tesoro electoral de ese espacio político. ¿Cómo hacer para obviar el mayor distrito del país y que, además, es el que le pone más votos?

El jefe comunal, procesado de abuso sexual, ya venía experimentando dificultad para salir de su territorio previo a tener esta pesada acusación judicial. Sus formas no lo ayudan a generar un vínculo de amistad o erigirse en un conductor nato. Los tratos casi viscerales le privan de poder utilizar como corresponde todo el potencial político que le brinda su distrito en el mapa nacional y provincial.

El presunto abuso sobre Melody también pinta de cuerpo entero todo lo relatado en los párrafos anteriores. Rakauskas es una persona que se dedicaba a una exótica actividad sexual de la que, supuestamente, su exnovio y amigo Gustavo Ciria quería correrla y fue por eso que le aconsejó buscar un trabajo digno, como si lo que antiguamente hacía no lo fuera. A raíz de ese deseo fue que "Gustavo le pidió a Espinoza", un viejo conocido suyo por muchas cuestiones relacionados con negocios y licitaciones, que le diera un trabajo… En La Matanza.

Una joven acostumbrada a trabajar en otros lugares, muy lejanos a San Justo, con más lujos y seguridades, aceptó ir hasta allá para ser empleada municipal, aunque sea de una Secretaría Privada. Un verdadero cambio de vida que no prosperó porque, según su relato, había otra intención en tales ofrecimientos. En La Matanza miran con más desconfianza a Ciria que a la propia denunciante.

Más allá de detalles más o menos escabrosos expuestos por personas que conocen la relación entre Ciria y Espinoza, lo que queda al desnudo es el modus operandi del intendente que nunca acepta a tratar al otro como un par. Él es el poderoso, el resto debe ser sometido a su rústica mirada y es calificado según su propia escala de valores. En definitiva, termina viéndose a si mismo como un incomprendido, que nadie lo valora por el poder territorial que detenta y que nunca lo tiene a él como protagonista.

Múltiples amigos y conocidos de su antiguo jefe y exintendente, el fallecido Alberto Balestrini, siempre le preguntaban por las razones que tomó en cuenta cuando decidió colocar ahí a su antiguo chofer. "Fernando es fiel, confiable y lo conduzco. Si pongo a alguien con más virtudes personales, es posible que me cague", confesaba con menos pulcritud lingüística, el ex vicegobernador bonaerense. 

Su socia política, Verónica Maggario, actual vice de Axel Kicillof, conoce bien esta situación. Y a pesar que su persona cause mucho mejor impresión que la de Espinoza, sabe que hoy por hoy está sujeta a la suerte del intendente. Porque aunque pueda reemplazarlo al frente del Ejecutivo en una próxima elección ejecutiva, el poder del actual jefe comunal no se licuará sino que se tensará a través de muchos de sus allegados que trabajan para que nada cambie en el distrito.

Los aliados en Unión por la Patria ya empezaron a advertir de las limitaciones que le propone la figura de Espinoza, pero ninguno se atreve a advertirlo a viva voz. Se vacían reuniones, se proponen firmas virtuales cada vez que deben contar con su autorización pero en algún momento deberán afrontar otra realidad. Que Espinoza es el presidente del Congreso del Partido Justicialista bonaerense y, en alguna reunión va a tener que estar. ¿Cómo harán para decir que no coinciden con sus acciones si no piden su paso al costado?

La necesidad de la unidad obliga al silencio, aunque eso esmerile todos los días la posibilidad de una reconciliación social al menos sea por principios en los que nadie duda.