Cada vez más los organizadores de los Juegos Olímpicos se plantean si es rentable. París gastará un 76% de más de lo presupuestado, aunque es una de las Olimpiadas menos caras de los últimos tiempos.
Ya están por comenzar los Juegos Olímpicos (JJOO) de París. Será la trigésimo tercera Olimpíada que tendrá lugar en la era moderna, entre el próximo 26 de julio y el 11 de agosto, con la celebración de 329 competiciones. Pero albergar un evento deportivo de estas características supone una fuerte inversión por parte del país organizador que, como la historia reciente viene demostrando, no suele ser precisamente rentable.
Según un reciente informe de la firma de análisis de datos AltIndex, el costo total de organizar los JJOO se elevó a más de 187.000 millones de dólares desde el año 2000, es decir, 126.000 millones o tres veces más de lo previsto inicialmente. Las estadísticas también muestran que el sobrecosto promedio de las Olimpíadas fue de 9.700 millones de dólares, claro que con enormes diferencias entre las ciudades anfitrionas.
"El análisis costo-beneficio de albergar las Olimpíadas demuestra que es menos beneficioso económicamente de lo que afirman. Aunque las ciudades anfitrionas obtienen puestos de trabajo temporales gracias a las mejoras de las infraestructuras que siguen beneficiándolas en el futuro, los costos siguen siendo gigantescos", señalan desde la consultora.
El debate renace luego de ver la participación del público tanto en la Eurocopa como en la Copa América donde las entradas a los partidos de fútbol se agotaban casi siempre, cosa que no suele ocurrir con la asistencia a las competiciones olímpicas.
Ocurre que una vez que una ciudad gana la candidatura para albergar las Olimpíadas, suele sumar carreteras y construir o mejorar aeropuertos y líneas de ferrocarril para dar cabida al gran flujo de personas que tendrá que recibir. Además, debe alojar a los atletas en la Villa Olímpica y disponer de al menos 40.000 habitaciones de hotel e instalaciones específicas para eventos.
Hasta ahora, apuntan estos estrategas, Montreal ha sido el peor ejemplo de sobrecosto de la historia olímpica, donde la factura final de los Juegos Olímpicos del 76 fue hasta 13 veces superior a la estimación original, mientras que el costo del estadio principal tardó más de 30 años en amortizarse en su totalidad. Sin embargo, en las dos últimas décadas, muchas otras ciudades también han registrado sobrecostos gigantescos.
Es el caso, por ejemplo, de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 que encabezan esta lista con un sobrecosto de más de 40.000 millones de dólares, le siguen los Juegos Olímpicos de Río 2016, con una gigantesca diferencia de 13.000 millones de dólares entre el costo final y el presupuesto previsto.
Además, las estadísticas muestran que los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi 2014 en Rusia se excedieron en más de 16.000 millones de dólares, mientras que la factura de Tokio se sobrepasó en unos 20.700 millones, después de que la pandemia de Covid-19 le obligara a retrasar sus Juegos 2020 y organizarlos sin espectadores ocho meses más tarde.
Por otro lado, las Olimpíadas invernales de Vancouver 2010 y Pieonchang 2018 vieron duplicados los costos finales de la organización de los Juegos respecto a sus presupuestos iniciales, un poco más que Sydney 2000 y los JJOO de Invierno de Turín 2006, que registraron sobrecostos del 91% y el 80%.
Cabe señalar que, en el caso de Francia, aunque el gasto en infraestructuras de París ha superado en un 76% o en más de 9.600 millones de euros el presupuesto inicial con respecto a su proyección para 2016, se trata del segundo menor sobrecosto de las dos últimas décadas.