Científicos hallaron moléculas clave en su atmósfera, aunque también explican por qué aún no pueden afirmar que haya vida.

En medio de la emoción por la posible detección de señales de vida en el exoplaneta K2-18b, la astrónoma e investigadora del CONICET Beatriz García, llamó a moderar el entusiasmo y explicó los alcances del hallazgo. "Es un descubrimiento, no algo revolucionario", aclaró en diálogo con MDZ Radio 105.5 FM, enfatizando que el planeta cumple con condiciones de habitabilidad, pero esto no garantiza la presencia de vida.

García detalló que el K2-18b es un exoplaneta (fuera del Sistema Solar) que orbita una estrella distinta al Sol, denominada K2-18. "Tiene 2.6 veces el diámetro de la Tierra, es mucho más grande y probablemente sea gaseoso", señaló. Aunque está en la zona de habitabilidad (donde el agua podría estar en estado líquido), advirtió: "Que haya agua no asegura que haya vida. Es todo potencial; no afirmamos nada".  

La clave: moléculas en la atmósfera

El estudio, realizado con el telescopio espacial James Webb, analizó la atmósfera del planeta y detectó moléculas orgánicas como sulfuro de dimetilo, que en la Tierra son producidas por vida oceánica. Sin embargo, García fue contundente: "No sabemos si la fotoquímica de ese planeta las genera por otros procesos. Son biomarcadores, pero no prueba de vida".

La astrónoma explicó que, aunque se invierten millones en telescopios como el Webb, "detectar vida es muy complejo". Los científicos buscan biomarcadores, es decir, huellas químicas, pero estos pueden surgir de reacciones no biológicas. "En cada planeta, las interacciones fotoquímicas son distintas", remarcó.  

Mientras la comunidad científica sigue investigando, García insistió en la prudencia: "Ningún exoplaneta descubierto es igual a la Tierra. Son probabilidades estadísticas, no certezas". El camino para confirmar vida extraterrestre, concluyó, aún es largo.