Recibe un millón de fieles al año, es una creencia popular rechazada por la Iglesia y su culto fue prohibido por la dictadura militar. Una madre que pasó a la historia por convertir amor en milagro.

En mitad del siglo XIX, nuestro país estaba atravesado por la guerra civil entre unitarios y federales y el puerto de Buenos Aires estaba bloqueado por Francia. La vida de los habitantes de este suelo era alterada permanentemente por el conflicto armado y La Majadita, un pequeño pueblo de la provincia de San Juan no iba a ser la excepción. 

En esta localidad vivía Deolinda Correa junto a su marido Clemente Bustos. Ella estaba esperando un bebé, pero ninguno de los dos lo sabía aún.

Las montoneras eran milicias populares de diferentes localidades que reclutaban, a veces forzosamente, a los vecinos para pelear en el frente de batalla. Una de estas milicias irrumpió en la tranquilidad de la Majadita y reclutó sin importarle demasiado el consentimiento de él o de su mujer a Clemente Bustos. La separación fue dolorosa y más aún cuando, tiempo después, nació el hijo de ambos y ella estaba sola en un árido pueblo de provincia. 

Para colmo de males, Deolinda sola y angustiada se enteró que el comisario del pueblo estaba interesada en ella. Lejos de las intenciones del policía, lo único que quería era reencontrarse con su marido y que él conociera a su hijo. Con todo esto en la cabeza, Deolinda se lanzó con su hijo en brazos a buscar a su marido que se encontraba en el desierto de San Juan. ¿Qué debería haber hecho? ¿Debería haberse quedado bajo los resguardos de un comisario que no amaba? ¿Debería haber esperado a su marido hasta que llegase y procurar que el policía no se propasase? Fue una decisión impulsada por la necesidad de vivir una vida en familia, una decisión casi instintiva, impulsiva, fundada en un profundo sentimiento de amor. 

Por otra parte, Deolinda contaba con que encontraría las aguadas presentes en el desierto en las que poder refrescarse. Sin embargo, eso no sucedió. Luego de caminar durante días bajó el sol infernal del desierto sanjuanino, murió deshidratada. ¿Y el bebé? 

Días después unos arrieros chilenos encontraron el cuerpo de Deolinda, su hijo estaba vivo. Ese fue su primer milagro. El niño se había amamantado del pecho de su madre que se hallaba si vida.

La potencia de esta historia real transformada en mito reside en que representa la entrega de una madre que dio todo por su hijo, aún cuando ya no tenía vida. 

Nació una santa popular 

Tiempo después, otro arriero chileno llamado Pedro Zeballos estaba desesperado buscando su ganado y se encuentra con la tumba de la Difunta Correa. Zeballos era conocedor de la historia de Deolinda y el milagro con el que sobrevivió su hijo. Sin más esperanzas que la fe decidió rezarle y le prometió que si lograba encontrar a sus animales, él le armaría un altar para que todos puedan venir a visitarla. 

A la mañana siguiente, el arriero encontró a todos sus animales pastando tranquilamente. Cumplió su promesa y desde ese momento son incontables las historias de milagros que se escuchan de fieles concentrados especialmente en el norte argentino. Todos los años el altar de la Difunta Correa construido por Zeballos pero al que aportaron flores y ornamentos miles de personas, recibe un millón de fieles. 

Una santa resistida

Sin embargo, la devoción por la Difunta Correa no es bien vista por todos los sectores de la iglesia católica y de la sociedad argentina. Durante la última dictadura militar, su culto fue directamente prohibido y el santuario se intentó destruir en más de una ocación, pero esto fue impedido por sus fieles y, según ellos, por varios milagros. 

En la zona sanjuanina de Vallecito se juntaron firmas para pedirle al Papa Francisco que convierta en santa oficial a la Difunta Correa. Sin embargo, esto aún no ocurrió. Los fieles sin embargo, no se resienten y siguen acudiendo a pedir o a agradecer a su santuario. 

En él se pueden ver fotos, flores y botellas de agua que le dejan los peregrinos para "que nunca vuelva a tener sed". 

La historia de una madre que ayudó a su hijo hasta después de muerta se volvió un verdadero mito popular. Probablemente, el amor de la Difunta Correa por su hijo sea un espejo en el que muchos hijos y muchas madres pueden mirarse. Tal vez en la devoción por esta santa, haya una devoción por el amor de las madres, un amor que en Vallecito o en cualquier lado del mundo, hace milagros.