Es un día especial en el camino espiritual que va trazando la Semana Santa para vivir el Triduo Pascual: el misterio de la Pasión, de la Muerte y de la Resurrección del Señor.
La cristiandad celebra hoy el Martes Santo al que también se conoce como “Martes de controversia” porque se recuerda los momentos en los que Jesús tuvo que enfrentar a sus acusadores y a aquellos que tenían el poder de condenarlo.
Jesús comparece frente a los líderes religiosos y políticos del momento que no le reconocen como el Hijo de Dios. Además, descubre la traición de uno de los suyos, Judas, uno que eligió entregarlo como un malhechor, convirtiéndolo en blanco de desconfianza, en motivo de controversia.
Toda la vida de Cristo, sus palabras y sus obras caerían bajo la sombra de la sospecha. De pronto, la luz del Maestro se ha convertido en causa de duda entre propios y extraños. El Dios-Hecho-Hombre se encuentra, repentinamente, sometido a los poderes de este mundo. Aún no lo torturan, pero la gente ya no lo reconoce.
"Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría, pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados -judíos o griegos-, un Mesías que es fuerza de Dios, sabiduría de Dios", se señala en el Nuevo Testamento , Primera Epístola a los Corintios, capítulo 1, versículos 22-24.
La preparación para vivir el Triduo Pascual
El Martes Santo es un día especial en el camino espiritual que va trazando la Semana Santa. En él intensificamos nuestra preparación para vivir el Triduo Pascual.
El Triduo equivale a “los días centrales del Año litúrgico”, en los que celebramos “el misterio de la Pasión, de la Muerte y de la Resurrección del Señor”.
El Triduo Pascual se inicia entrada la tarde del Jueves Santo hasta la irrupción de la alegría Pascual en la noche del Sábado Santo, con la celebración de la Vigilia, gozo que se prolonga el domingo..
Por ello, para los católicos es recomendable tomar el Martes Santo con reverencia y espíritu humilde. Es una excelente ocasión para intensificar el clima de oración -a nivel personal, familiar o comunitario- y pedirle a Dios poder acoger adecuada e internamente los grandes misterios de la fe.